La artista australiana Amiee Byrne se siente atraída por esos objetos cotidianos que “son tan normales, que se han vuelto invisibles”, como ella misma dice. Modelando con meticuloso detalle figuras de barro del mismo tamaño que sus contrapartes reales, Byrne pone en primer plano el encanto tierno y el valor emocional de aquellos bienes olvidados o desechados.

Capturar con fidelidad estos objetos implica abrazar conscientemente sus imperfecciones. Un ejemplo claro es su escultura de un oso de peluche, que yace boca abajo como si se hubiera quedado congelado en el momento justo después de caer al suelo. El peluche, evidentemente muy querido, tiene el pelaje esponjoso pero enmarañado, con algunas zonas descoloridas, incluyendo el hocico. Estos detalles de autenticidad provocan una respuesta emocional cargada de nostalgia. “Este objeto está teniendo una segunda oportunidad y me gusta celebrar sus defectos”, comenta la artista.

Desde un punto de vista técnico, Byrne —quien reside en Los Ángeles— ha desarrollado una habilidad única para recrear texturas hiperrealistas. Aunque es especialmente difícil lograr superficies realistas con cerámica, ella aplica varias capas de engobes para obtener el brillo exacto o un acabado mate según lo requiera cada pieza.

A menudo pasa horas navegando por internet en busca de herramientas que le permitan lograr esos efectos tan precisos, pero también le gusta experimentar con objetos que encuentra en casa. “Mi herramienta favorita es un recogedor de escoba”, dice entre risas. “Siempre estoy golpeando el barro con él para crear diferentes texturas”.